El Guggenheim, expansión imperial disfrazada de fomento cultural

Entrevista realizada al Doctor Raúl Páramo Ortega en La Jornada Jalisco el 4 de junio del 2007.

Desde que se anunció el proyecto de construir un museo Guggenheim en Guadalajara, la mayoría de las voces han estado a favor de algo que supuestamente constituirá “un activo cultural de primer nivel para los mexicanos”, según versa la carta que la fundación Guggenheim de México envió en septiembre de 2005 al entonces presidente de la República, Vicente Fox Quesada, para informarle sobre la viabilidad de la obra diseñada por el arquitecto mexicano Enrique Norten.

El 27 de abril pasado el Ayuntamiento de Guadalajara concretó el primer paso para realizar la obra, donando al Fideicomiso Guggenheim de México el terreno de 64 mil 413 metros cuadrados del Parque Mirador Independencia, sitio donde se ubicará la torre de 26 niveles que costará aproximadamente 285 millones de dólares.

El principal argumento para justificar el gasto de construcción que colocará a este como el museo Guggenheim más caro de los cinco que ya existen (Bilbao, Nueva York, Venecia, Berlín y Las Vegas), es que servirá como un detonante para el desarrollo de la zona norte de la ciudad, una de las más olvidadas por las administraciones tapatías.
Los 25 mil 600 metros cuadrados de acero,
concreto y cristal que conformarán el edificio, ubicado a poca distancia de donde se levantará la cortina de la presa de Arcediano, parecen tener el aval de quien lo menciona, sin embargo, un asunto de tal magnitud merece mayor reflexión e investigación. Justo a eso invita la voz de Raúl Páramo Ortega (ciudad de México, 1935), psicoanalista mexicano con más de 100 publicaciones en su haber, muchas de ellas en alemán, discípulo de Igor Caruso y cofundador del Círculo Psicoanalítico Mexicano y del Grupo de Estudios Sigmund Freud.

Con agudeza, este hombre que vive entre libros y continúa a diario con su formación, levanta algunos velos que han sido olvidados en la necesaria discusión sobre las implicaciones que tendría construir un museo como éste en Guadalajara.

–¿Qué aspectos sobre este proyecto se están quedando de lado y sería necesario tomar en cuenta?

–Me interesa, desde luego, la promoción de la cultura, y aunque evidentemente no conozco suficiente sobre la Fundación Guggenhein, lo que conozco me da pie a reflexionar y a invitar a periodistas a profundizar en algunos lados sospechosos y oscuros de la riqueza Guggenheim, entre otras cosas que es necesario tomar en cuenta.

“Según parece, además del dinero con que ya contaba el suizo Solomon Guggenheim, el impulso básico de su riqueza posterior proviene de la explotación de plata en Zacatecas; parece que hubo convenios poco claros con Porfirio Díaz, en 1888 o 1889. Entonces, el periodismo de investigación podría hurgar un poco más en toda esta música de fondo de una institución que pretende presentarse como la promotora altruista de la cultura total, cuando, en realidad, parece ser una mezcla de los siguientes factores: expansionismo cultural, supuesto altruismo, cultura verdadera y, no en último término, espíritu empresarial contante y sonante.

“Yo creo que, sobre todo concretando un poco aquí el plan en Guadalajara, más que promotores de la cultura, especulan con ella en el sentido de hacer un maridaje entre la promoción de cultura y la especulación con el suelo, plusvalía a secas. Es decir, quieren acrecentar los valores del suelo y negocios colaterales. En ese sentido, creo que la Guggenheim se puede catalogar como una expresión de la expansión imperial que, de algún modo, lava la consciencia con el buen ropaje de hacer ante todo labor cultural. Hay mucho que investigar por ahí; estos datos aislados son dignos de una investigación mayor.

“La fundación Guggenheim se originó en 1937, y en 1959, en Nueva York, se estableció el primer museo, supuestamente como el “templo del espíritu”. No estoy muy seguro de que sea precisamente un “templo del espíritu” un edificio de tales características; es una forma muy americana de entender la cultura y tengo mis dudas respecto al aceptar el liderazgo cultural sospechoso de expansionismo y lava consciencias, precisamente por su corte mercantilista que tiene repercusiones profundas en la vida cultural de una ciudad, incluso en la de una nación.

“Casos análogos, aunque en otra escala, los vimos en ocasión de la llamada Biblioteca Vasconcelos, que fue un fracaso total porque de antemano tenía características un tanto semejantes, en realidad tenía fines políticos. Toda proporción guardada con este tipo de proyectos. En ambos casos, el del Guggenheim y la Vasconcelos, creo que hay elementos de expansión cultural sospechosa… espuria.

“Existe el antecedente de que en Río de Janeiro ya fracasó un proyecto tal por la protesta del pueblo y de algunos intelectuales que lograron ver la disparidad abismal entre la supuesta gran cultura y la pobreza total de un pueblo hundido en la incultura y el analfabetismo. México presenta características semejantes a las de Brasil. México requiere mil otras zonas de promoción cultural y de trabajo básico, sólido, que permitiese, en todo caso de aquí a ‘x’ años, trabajar esos sectores de la cultura más bien ligados a la arquitectura, a la pintura y a la escultura”. “Creo que se debe trabajar en la educación del pueblo, educación en el sentido más amplio. El término alemán es Bildung: crecimiento de la personalidad total a base de introducir, a través del alfabeto y de los libros, un pensamiento crítico, independiente, que abarque el desarrollo global del hombre. En todos esos campos básicos hay mil cosas que hacer antes de gastar 285 millones de dólares en el proyecto Guggenheim de Guadalajara. Creo que hay una falsa concepción de base de lo que es educación y cultura de un pueblo.

“De algún modo, el proyecto Guggenheim, hasta donde yo entiendo, más bien parece empezar de arriba a abajo en lugar de abajo hacia arriba”.

–¿En qué sentido?

–En el sentido de que la nación mexicana, el pueblo de Jalisco, la ciudad de Guadalajara requiere trabajar la cultura, promover la cultura desde las bases: alfabetizar, promover la lectura, promover el Bildung, el desarrollo general de las capacidades humanas que pueden, desde luego, desembocar en altos niveles de desarrollo artístico; pero no pretender de algún modo imponer altos niveles de desarrollo artístico –escultura, pintura, etcétera– a un pueblo que no está en condiciones, sino que está hambriento de salir de ese abismo de neblina mental por la desnutrición del espíritu.

–También llama la atención el lugar donde lo quieren hacer, una zona de las menos desarrolladas de la ciudad.

–Creo que ahí se asoma el interés de la plusvalía y los negocios colaterales. Desde el punto de vista psicoanalítico es una especie de delirio de grandeza compensadora de la pobreza; como el “templo del espíritu” construido en Nueva York. Eso nos recuerda los delirios de grandeza y el intento de Hitler de fundar la ciudad Germania. Delirios de grandeza con tintes fascistoides, de exaltación desorbitada, de propaganda, supuestamente en nombre de los valores más altos del espíritu. Hay una anécdota respecto a Germania, que era también un proyecto cultural y urbanístico con tintes delirantes; Speer, el arquitecto de Hitler, le pidió a su padre, que también era arquitecto, que lo acompañara a una reunión con Hitler. El padre de Speer, Albert Speer, estaba estupefacto, le pareció ver delirio, desfase, espíritu de conquista imperial sobre todo el continente europeo, presentando como tarjeta de presentación cultural una urbe, Germania, como centro del espíritu, de la cultura y de lo más sublime del arte. Toda proporción guardada, desde luego, a lo que vemos en las actividades de la Guggenheim.

“En fin, hay mucho que investigar, yo no puedo sustituir al periodismo de investigación, yo reflexiono sobre la cultura”.

–Dentro de estas reflexiones y por lo que acaba de decir. ¿Podría pensarse que gobiernos que tienen problemas de confianza y credibilidad aprueban este tipo de proyectos para obtener un aval cultural?

–Yo creo que sí. Empresarios convertidos en políticos, o políticos convertidos en empresarios, necesitan también avalarse con una supuesta amabilidad y aparente apertura a la gran cultura o a la alta cultura, cuando en lo personal suelen ser sujetos cuyo bajo nivel cultural puede traslucir en sus proyectos y enfoques mismos. Yo quisiera conocer más los detalles, soy consciente de que quedan muchos cabos sueltos y muchos asuntos que averiguar con más detalle. No puedo tener por ahora una idea exacta de todos los planes que tiene, pero me suenan sospechosos.

–Tal vez no conocemos los hechos en sí o los datos concretos a los que usted se refiere, pero se pueden identificar signos o síntomas de todo esto.

–Sí, sí. Signos como el origen oscuro de la riqueza inicial, la ubicación, la plusvalía del terreno, los negocios colaterales, la cultura como tarjeta de visita para avalar cualquier delirio de grandeza, la “gran” cultura como distracción de problemas abismales...

–¿Estos signos –el terreno, la plusvalía, el lugar de ubicación– pueden ser muestra de que se le está dando a la cultura otro valor?

–Se mercantiliza la cultura. Quién va a negar que sea bueno mover dinero, hacer construcciones; pero que no se confunda o se crea que eso es promover la cultura. Que no se utilice como pretexto la cultura. Si se quiere promover la cultura hay muchas otras tareas urgentes y graves para sacar a la población del marasmo en que se encuentra. No se va a salir de él por ver cuadros de Kandinski.

–¿Entonces cuál cree que sea el sentido o el fin de mercantilizar así la cultura?

–Creo que en conjunto la Guggenheim es producto del “sueño americano”. Son nuevas reverberaciones del “sueño americano”. Han logrado expandirse, tienen construcciones e instituciones en Berlín, en Bilbao, fracasó la de Río y ahora están queriendo establecerse en México. Hay mucho que reflexionar e investigar, porque se puede llegar a un concepto equivocado de lo que puede ser educación y cultura.

–Que de por sí en México no lo tenemos muy claro…

–Creemos que si vamos a París tenemos que visitar museos forzosamente, y nuestro bagaje cultural no nos ajusta para aprovechar la visita de un solo museo. No estoy en contra de los museos, estoy simplemente señalando que no se confunda adquirir cultura –mejor dicho, cultivarse– con visitar un museo, sobre todo desde la plataforma de nosotros como mexicanos, con esos serios rezagos de cultura. Y sobre todo si esto va en detrimento de las otras necesidades culturales y educativas de la nación.

–Parece haber un discurso doble del gobierno. Por un lado promueven estas obras multimillonarias, que incluso se manejan en dólares, y por otro se rebaja el presupuesto de la educación.

–Claro. Es una de las cosas que da en cara, que nos dejemos llevar por el expansionismo cultural y financiero norteamericano. Se angostan los presupuestos donde haría falta ampliarlos. Se amplían donde en realidad cumplen otros fines lejanos a lo educativo.

–El 18 de mayo pasado hubo en la ciudad un foro de consulta para la integración del Plan Nacional de Cultura, el tema fue el mecenazgo, y ahí Jorge Hierro Molina, director ejecutivo de Relaciones Institucionales de Banamex afirmó que entre los empresarios la filantropía no existe, que todo es cuestión de imagen y presencia. ¿Qué implica entonces el mecenazgo de los empresarios?

–Buscan presencia y propaganda barata. Y no sólo eso, permitiéndome una comparación con el término “lavado de dinero”, sería lavado de consciencia.

“Obtienen mucha más ganancia a través de esa propaganda y ese “lavado” que lo que invierten en cultura. En cierto modo la cultura se pervierte cuando entra el mecenazgo y el apoyo oficial. Las grandes obras de la humanidad en la ciencia y en el arte generalmente han surgido sin mecenazgos. El mecenazgo compra y pervierte la actividad creativa generalmente. La actividad creadora debe brotar de una pasión y una necesidad, no de un cumplimiento de deber instaurado por instancias económicas de fuera”.


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