Discurso del acto académico de Letras

Me pidieron que les enviara este discurso y he decidido ponerlo aquí. Una muestra, más o menos fiel, de por qué Don Reyes nos ha catalogado como la generación de Los raros.

"Estimados asistentes, buenas tardes. Me encuentro frente a ustedes con la honorable labor de negar una serie de cuestiones. No es este el mejor momento ni el mejor lugar para las quejas, así que habrán de quedar de lado, lamentablemente. No pretendo hablar del futuro, las predicciones las dejo para nigromantes que seguramente debe haber por aquí. Si hablo del futuro con ustedes, quiero hacerlo hablando del pasado y del presente.

Recuerdo que hace casi cuatro años tuve una experiencia particular. Terminaba el semestre y un amable profesor, de cuyo nombre habrán de abstenerse, llevaba, cual adarga en ristre, una lista bajo el brazo. Después de sentarse y llamar a varios de los aquí presentes, llegó mi turno. La cuestión es muy sencilla, me dijo, ¿qué calificación mereces y qué calificación merezco? Obviamente, yo le espeté el primer número irreal que se me vino a la mente y él no estuvo de acuerdo. Le concedí un número altísimo y me vi forzado a justificarlo. Mira, don Profesor, la verdad, tu clase fue nefasta, me salí en varias ocasiones por tu continuo acoso a mi supuesta estupidez y jamás vi una retroalimentación de tu parte que fuera medianamente razonable, ¿por qué te doy esa calificación tan paradójica?, me preguntas.


Bueno, provocaste algo en mí que fue muy benéfico (y a la fecha sigue siéndolo): comprendí el concepto de duda razonable y jamás he vuelto a confiar en las palabras de un profesor; comprendí que en el tubo de ensayo que llamamos salón de clases sólo surgen experimentos, nunca conclusiones; comprendí que tu labor no es la del comprensivo y experimentado guía, sino la del despiadado buitre prometeico; comprendí el valor de los libros que no has leído y que incluso desprecias, la multiplicidad de voces que gritan en tu contra en las salas de una biblioteca; comprendí la razón que llevabas cuando me llamabas estúpido por el simple hecho de ser incapaz de devolverte el epíteto con justicia. Largo tiempo dije estas y otras cosas. Finalmente, nos insultamos con sincera cortesía y respeto y aceptamos nuestras respectivas evaluaciones.


Damas, caballeros y nigromantes, si recuerdo este episodio en este momento, no es sólo para hacer que este acto sea un poco más llevadero, menos académico y se alargue hasta cubrir el tiempo por el que nos han concedido este auditorio. Este relato, un tanto prodigioso y exagerado, es en buena medida una premonición de lo que supone la labor del estudioso de las Letras.


Quien quiera de ustedes, auditores, que se haga llamar Licenciado en Letras sabe que nuestra disciplina carece, de manera más o menos general, del rigor científico que otras áreas del conocimiento ejemplifican. Sabrán también que, por más bello que suene, la poesía, la literatura, no son el fin de una investigación académica. Sabrán, o supondrán, que fuera de este auditorio y dentro de él, el mundo nos es hostil y si no perteneciera a ustedes, también me odiaría. En este punto de mi habladuría, confío en que hallarán la manera de no condenarme a la misma suerte de malentendido que sufrió el “Ciego Dios” de Alfredo R. Plascencia sin haber escuchado el resto de la diatriba.


En este momento, compañeros y asistentes, no considero que estoy saliendo hacia el mundo como un profesional renovado, más bien me siento alumbrado como un activista más en la guerrilla del conocimiento. Mis armas, nuestras armas, no son nuestras plumas, como tanto nos han inculcado, sino nuestros libros. Nuestras ideas no son suficientemente poderosas contra el muro que se cierne sobre la Cultura con mayúscula.


Me siento gestado durante cinco años, alimentado con una composta hecha de libros aparentemente rancios e inútiles, miles de palabras sabias que aún resuenan en los corredores y que ahora comienzan a sonar a vanidades. Si hay una guerrilla, es sólo porque no somos aún lo suficientemente respetados fuera de nuestro propio círculo de focas chacoteras. Un lustro ha sido necesario para que podamos comprender, en toda su crudeza, la paradoja del mito de Prometeo, y yo me rehúso terminantemente a ver cómo los buitres se alimentan de mí.


Damas, caballeros, nigromantes y guerrilleros, ¿cómo puedo hablarles de nuestro futuro, como dicta la tradición del optimista orador, si las bases de nuestro presente se han asentado sobre otros que no somos nosotros? El respeto por nuestra profesión fuera de ciertos círculos es prácticamente nulo: ¿quién de ustedes no se ha encontrado con alguien que diga: “Qué bien, yo siempre quise estudiar Letras, me encanta leer” o “¿Estudias Letras? ¿Y en qué letra vas?”?


El letrado no debería ser aquel que se ha dejado seducir por todo lo que contiene letras, sino aquel que logra entender la magnitud de este fenómeno. Decía Antonio Porchia: “Cuando crees que me has comprendido, has dejado de comprenderme”, y es que entender la pluralidad de campos donde las letras ejercen un rol fundamental implica un proceso de reaprendizaje, apropiarse nuevamente de lo que creíamos comprendido. Y es que, en este sentido, nuestra labor como guerrilla del conocimiento se asemeja a las innumerables lecturas posibles de una sola obra literaria.


Si hemos de convertirnos en algún personaje de los tantos que conocemos, los exhorto a que seamos como Eco y aprendamos a convivir con todas las voces que resuenan dentro de nuestra propia voz, que reconozcamos, en el eco creciente de nuestras palabras lo que nos es propio y lo que no. Jean-Paul Sartre explicaba cómo es que “estamos condenados a ser libres”, damas y caballeros, yo he intentado mostrarles cómo es que estamos condenados a abolir incesantemente el escarnio público en nuestra contra y a hacer con nuestras voces un ariete que nos libere de la condena.


Gracias."

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    # by Anónimo - 2 de febrero de 2010, 5:09 p.m.

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    # by Nástenka - 2 de febrero de 2010, 9:29 p.m.

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    # by Anónimo - 8 de febrero de 2010, 11:57 a.m.

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    # by Karla - 14 de febrero de 2010, 11:47 p.m.

    Ey! al fin eligieron a Reyes como padrino. Me da gusto.

    Enhorabuena por la página.

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