"Investigan, pero no producen"

Este es el título de la primera plana del MURAL del día 8 de septiembre. Algunos, quizás persuadidos por el encabezado siempre "alarmante" de este diario mexicano, se preguntarán, en un primer momento, si el artículo tratará sobre alguna de las fallidas argucias gubernamentales en la lucha contra el narcotráfico o sobre los negocios turbios de algún "empresario" mexicano a quien no se ha podido capturar o tal vez sobre alguna nueva enfermedad que afecta a los mandamases cacáreos de Los Pinos.
Lamentablemente, la noticia refiere "el horror que a determinadas instituciones (tanto públicas como particulares) les inspira la sola existencia de la investigación universitaria en materia de artes, humanidades y ciencias de la sociedad".
Adscrito a la autocrítica y al hartazgo sugeridos por Luis Vicente de Aguinaga, les paso un texto que recibí hace unos días de su parte. Espero que esto nos motive a escribir un poco más al respecto.

INVESTIGAN, PERO NOS CAEN MAL
Un fantasma recorre las primeras planas: el fantasma del intelectual ocioso. La nota de Dubraska Romero y Gabriel Orihuela titulada “Investigan, pero no producen” (Mural, 8-IX-2008) así lo demuestra.

Variante o subespecie profesoral del parásito universitario a secas, el intelectual ocioso cobra sueldos y sobresueldos estatales y federales, viaja sin utilidad aparente a congresos remotos y, amparado en el cuento de las “humanidades” y la “ciencia social”, publica libros y artículos redactados en jerga ininteligible. Nadie mejor que yo para decirlo: aunque tengo mi diploma extranjero de doctor, la Secretaría de Educación Pública (SEP) me reconoce como profesor con “perfil deseable” y soy miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), ninguno de mis proyectos ha servido para incrementar la resistencia de las vigas de acero, desarrollar la vacuna contra el cáncer o lograr que las vacas produzcan más litros de leche por segundo.

Como profesor investigador titular de la Universidad de Guadalajara (U. de G.), y más específicamente del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD), admito que a los universitarios de mi pelaje nos vendría muy bien un poco de autocrítica. Desde mi cubículo de veinticinco metros cuadrados, equipado con televisión vía satélite y jacuzzi, reconozco que me dedico a investigar asuntos literarios eminentemente improductivos y a enseñar no sólo Historia General de las Culturas, materia ya cuestionable de por sí, sino también Literatura Española del Siglo XX.

Harto de mi propio cinismo, renuncio a la vida contemplativa y propongo de inmediato que se apliquen tres medidas encaminadas a erradicar, ya que no de la faz de la tierra, sí por lo menos de los presupuestos públicos a los intelectuales haraganes (valga el pleonasmo). Ruego, eso sí, que la iniciativa me sea tomada en cuenta en futuras evaluaciones profesionales.

1) Que si, como afirma el señor Sergio García de Alba, los “diagnósticos” emitidos por sociólogos, juristas, filósofos, historiadores y meros críticos literarios pierden valor en la medida que “realizarlos” es “muy cómodo”, en lo sucesivo toda investigación humanística se adapte a un estricto tabulador de incomodidad que deje constancia del nulo, escaso, encomiable o fabuloso heroísmo del profesor en su eterna lucha contra la dureza de la silla, y que se premie según el caso.

2) Que, por decreto del Poder Ejecutivo, las instalaciones del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la U. de G. ya no se consideren parte del Estado, de modo que los numerosos miembros del SNI adscritos a dicho campus dejen de figurar en las estadísticas regionales, haciendo subir con ello el porcentaje de biólogos, economistas, ingenieros y tecnólogos en el próximo informe de Gobierno.

3) Por último, que los investigadores del CUAAD, los del CUCSH y demás holgazanes entendamos que, para investigadores, ahí están los privados y los antiguos policías judiciales, a cuya denuncia nos expondremos invariablemente mientras persistamos en confirmar la imagen de sediciosos, inútiles y vagos que se tiene de nosotros.
Con toda humildad,
Luis Vicente de Aguinaga.

VISITAS HASTA HOY